Cuidar de nuestra alimentación es una de las formas más lógicas y naturales de preservar nuestra salud. “Que tu alimento sea tu medicamento”, señalaba en la antigua Grecia Hipócrates.
De los alimentos es de donde
obtenemos la energía para funcionar, pero también los nutrientes que permiten
al cuerpo mantener sus proceso regenerativos.
Si bien hasta hace poco más de
un siglo el principal escollo era la falta de alimentos en buena parte del orbe
y en África continúa siendo así. Hoy por hoy, la mala calidad de los nutrientes
de los mismos es el gran problema.
Esto dado principalmente por la
desinformación provocada al respecto por la misma industria alimentaria, que ha
buscado satisfacer las demandas de una forma cuantitativa dejando de lado los
componentes cualitativos de los productos, dado que de esta forma llegan a un
mayor de número de consumidores obteniendo así mayores ganancias.
Dado este imperativo de la
sociedad de consumo, es que se ha llegado a extremos de hacer lavados de imagen
de productos reconocidos como malos nutricionalmente a través de campañas en
que le cambian el nombre y crean una imagen nueva con cuestionables
características asociadas.
Tal es el caso del aceite
de colza que era tan tóxico que la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU) lo
prohibió para el consumo humano en 1956. Así que cuando los productores
canadienses crearon una nueva variedad de semilla de colza en la década de 1970
con un menor contenido de ácido erúcico, le llamaron CanOil (aceite
canadiense) y es lo que en los países latinos conocemos como Canola.
Así vemos que lo que nos presentan como una planta oleoginosa llena de virtudes nutricionales, no es más que una versíon transgénica de una planta tóxica para el consumo humano.
Podríamos
comparar las calidades nutricionales de los aceites –da para otro post- y así
ver cuales nos aportan mayor salud y sabor obviamente. Existen algunos con
cualidades excepcionales, como el aceite de coco, pero dado su alto precio en
nuestro país y su sabor dulzón sería muy difícil hacerlo parte de la dieta
criolla.
Sin
embargo contamos con aceites de buenas calidades también. El de oliva extra
virgen siempre está bien. Sólo recuerde no consumir las marcas denunciadas
recientemente por un programa de televisión, las cuales no eran lo decían ser, es
decir, extra virgen o de primera prensión en frío, sino que utilizaban métodos con
calor y solventes alterando la composición química del aceite.
Si no
le gusta el sabor de la oliva el aceite de girasol o maravilla también es una
buena elección. Este se destaca por su sabor neutro y es extraído de las
semillas de girasol. También tenga cuidado que sea prensado en frío, ya que así
conserva intactos sus nutrientes, especialmente la vitamina E en la cual es muy
rica.
Descarte
los aceites “vegetales” sin más, ya que estos son mezclas de los más baratos en
el mercado mundial en un determinado momento, por lo cual, sus componentes y
proporciones varían y por tanto su
calidad.
Mediante
los posteos del blog entregaré más información y datos de que marca elegir y
donde comprarlas, basados en mi criterio personal y experiencia.
Saludos,
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